Un familiar cercano muy mayor se olvida lo que dijo un instante antes.
Pero esto tiene un lado muy positivo: se alegra de la misma noticia una y otra vez, como si recién se enterara.
Aunque se lo hayamos dicho 100 veces, se pone tan, tan feliz cuando la escucha.
Pero cuando son pesares, solo dice en idish “nesht”, que no sepamos, y pasa de largo la noticia.
Sin esta enfermedad, también nosotros podemos tener influencia sobre nuestra memoria y elegir si quedarnos con lo feliz o con lo triste.
La emuna es el comienzo y el fin: en todo requerimos esta mida que en esencia viene de la palabra maminut, filedidad.
Veamos.
“Le maan tzcor et iom zeteja meerez Mizraim col iemei jaieja”
“Para que recuerdes el dia de tu salida de la tierra de Egipto todos los dias de tu vida” (Devarim 16,3).
Cuando estábamos en Egipto, la esclavitud era tan ardua, los castigos tan pesados; parecía imposible salir de allí. Muchos quedaron atrás y murieron antes de ser salvados.
Se imaginan una madre que dio a luz en Egipto… ¿qué esperanza tenía de ver a su hijo crecer, de lo más simple, soñar con contarle un cuento y ponerlo a dormir?
El día llegó y todo un pueblo, con los milagros más increíbles, salió a la libertad para solo quedar servidores del Creador.
La Torá nos ordena recordar esta salida de Egipto, nuestra salvación colectiva como pueblo, todos los días de nuestra vida. Hashem quiere que usemos nuestra memoria para elegir construir nuestra Emuná, nuestra confianza en Él.
A veces es difícil relacionarnos emocionalmente con aquella salvación que no recordamos haber vivido, pero, a una escala menor o mayor, todo el tiempo hay salvaciones personales, momentos de inspiración, de conexión con Hashem.
El día que nos pidieron matrimonio,
el día que recé y sentí una super conexión.
Tal vez Egipto esté muy lejos pero cada uno experimentó algo en su vida donde vio palpable la mano de Hashem.
Me acuerdo en un paseo familiar, que mi marido llevó a los niños a hacer rafting donde las aguas bajan con rapidez. Yo, que estaba embarazada y con una chiquitita de un añito y medio, me quedé esperando.
Me acerqué a tomar agua dándome vuelta en dirección de un bolso y al darme vuelta, mi pequeña no estaba allí… en un segundo corrió para la dirección de las aguas que iban a 1000 km por hora y ya se estaba por tirar cuando no sé de dónde corrí, estiré mi mano la agarré, casi cayéndome.
No sabía si llorar o reír, temblé, la abracé y cuando mi esposo con los otros niños llegaron me preguntaron: “Mami, ¿te aburriste?”
No, no me aburrí.
Mi fe creció, a través de un increíble agradecimiento a Boré Olam.
Cuando recuerdo esto digo una y otra vez: “Hashem la salvó, Hashem la salvó”.
Si traigo este pensamiento en momentos en los que todo es negro, la sensación de que Hashem todo lo puede es poderosísima.
Aprender a recordar lo increíble que nos pasó en la vida es una herramienta impagable para nuestra avodat Hashem, tal vez por la inspiración de una foto o un paisaje. Quien estuvo en las Cataratas del Niagara o en las del Iguazu, o en el Aconcagua o en la simple caída del sol puede sentir cuánto Hashem es Todopoderoso.
Si usamos de esta manera nuestra memoria podemos una y otra vez reforzar nuestra emuná, simplemente recordando.
Los milagros pasan, en chico y grande, todo el tiempo.
No hay naturaleza, todo es milagro.
Recuérdalo.